«Luego volvió a los discípulos y los encontró dormidos. Le dijo a Pedro: « ¿No pudieron velar conmigo ni siquiera una hora? Velen y oren para que no cedan ante la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil»».
S. Mateo 26:40-41
Objetivo del Tema
Que el discípulo pueda adoptar las prácticas de las disciplinas espirituales para que pueda tener un óptimo desarrollo espiritual y así ser competente para el ejercicio del ministerio.
Se entiende por aptitud a la capacidad para operar competentemente en una determinada actividad, también como capacidad y disposición para el buen desempeño o ejercicio de un negocio, de una industria, de un arte. Suficiencia idónea para ejercer un cargo.
Disciplinas Espirituales
Las Disciplinas espirituales son todos aquellos medios que nos permiten acercarnos a Dios de una manera práctica y que a través de ellos podemos experimentar su presencia en nuestra vida, como por ejemplo la oración, el ayuno, el retiro, la meditación entre otros, trayendo como consecuencia una vida espiritual óptima y en crecimiento, capaz de ayudar y servir en el ministerio.
Dios nos dio las disciplinas para la vida espiritual como un medio para recibir su gracia.
Las disciplinas nos permiten colocarnos ante Dios de tal modo que él pueda transformarnos. El apóstol Pablo dijo: «Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna» (Gálatas 6:8). El granjero no tiene la capacidad para producir granos; lo único que puede hacer es proveer las correctas condiciones para que se produzca el grano.
El coloca la semilla en el terreno, donde las fuerzas naturales se encargan de ella y el grano se produce. Así son las disciplinas espirituales: Son la manera de sembrar para el espíritu. Las disciplinas constituyen el método de Dios para colocarnos en tierra; ellas nos colocan en el sitio en que él puede obrar dentro de nosotros y transformarnos.
Clasificación de las Disciplinas Espirituales
Existen diferentes tipos y formas de clasificar las disciplinas espirituales, para nuestro estudio las clasificaremos en:
I. Disciplinas Internas
a. Oración: La oración es la avenida principal que Dios usa para cambiarnos, si no estamos dispuestos a cambiar, abandonaremos la oración como característica notable de nuestra vida. La oración es algo que se aprende, Jesús nos enseñó a acudir como niños al Padre, con franqueza, honestidad y confianza, Jesús nos enseñó a orar por el pan de cada día, el niño pide pan para el desayuno con la absoluta confianza de que se le proveerá. Jn 15:7 “pedid todo lo que queréis y os será hecho”
b. Meditación: La meditación cristiana consiste en desocupar la mente de los asuntos carnales y materiales para llenarlos con la palabra de Dios. Sal.119:78 “pero yo meditare en tus mandamientos”.
c. El Estudio: el estudio es una clase de experiencia en la cual, a través de la cuidadosa observación de estructuras objetivas, hacemos que nuestro proceso de pensamiento se mueva en determinada manera. En el estudio hay dos clases de “libros” que se han de estudiar; los escritos y los no escritos, el primer libro y el más importante a estudiar es la Biblia, también están los clásicos de literatura cristiana entre muchos otros, también estudiamos los libros no escritos que son la realidad de las cosas, los eventos y las acciones de la naturaleza, de las relaciones de los seres humanos, las instituciones y culturas.
d. El Ayuno: el ayuno se refiere a abstenerse de alimentos con propósitos espirituales, hay ayunos parciales y totales.
II. Disciplinas Externas
a. Sencillez: la sencillez es una realidad interna que da como resultado un estilo de vida externo libre de ostentación. Compre cosas por la utilidad y no por el nivel social que va a manifestar, aprenda a discernir entre necesidad y adicción.
b. El Retiro: el retiro consiste en apartarnos de la gente para estar a solas con el Señor, el propósito es poder “oír” al señor.
c. La Sumisión: es un tema ético que encontramos por todo el nuevo testamento, es una posición obligatoria para todos los cristianos, hombres, mujeres, hijos, amos, esclavos, recibimos el mandato a vivir sujetos. Estamos sujetos a Dios, a la Biblia, a las autoridades, a la familia, a la iglesia entre otros.
d. El Servicio: el servir es un estilo de vida, tenemos una vida de servicio, nuestro trabajo nunca acaba. Estamos llamados a servir a Dios, a nuestro prójimo.
III. Disciplinas Colectivas
a. Confesión: es una disciplina colectiva porque aunque es algo individual, debe ser incluida la persona ofendida. Santg.5:16 dice “confesaos vuestras ofensas unos a otros y orad unos por otros”
b. Alabanza: la alabanza es cuando conocemos, sentimos y experimentamos al Cristo resucitado en medio de la congregación de los santos. Todo lo que hacemos en nuestros servicios de celebración es alabanza, la ofrenda, los cantos, la oración, el estudio de la palabra.
c. La Consejería: practicar la consejería es estar dispuesto a la guianza de Dios en nuestras vidas, siempre que tenemos que tomar decisiones trascendentes en nuestra vida es necesario buscar la guianza de Dios a través de la consejería.
¿Por qué practicar las Disciplinas Espirituales?
La práctica de las disciplinas espirituales desarrolla los hábitos del corazón que hacen al discípulo más apto para responder al llamado de Dios. Cuando Jesús pidió a Pedro, Jacobo y Juan que lo esperaran y oraran mientras él iba a rogar a su Padre por la tribulación que estaba a punto de enfrentar, tres veces al volver encontró durmiendo a los discípulos. Jesús les dijo estas penetrantes palabras: “El espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Mateo 26:41). Ese episodio responde al por qué necesitamos practicar las disciplinas espirituales. Jesús dijo a los discípulos que realizando ciertas prácticas, en este caso, permanecer despiertos y en oración, alcanzarían una calidad de fuerza espiritual que de otra manera sería imposible.
En otras palabras, las disciplinas espirituales acentúan nuestra fortaleza y pueden dominar nuestras debilidades. Piense en el contraste evidente que se realizó en los primeros discípulos después de que el poder del Espíritu Santo vino sobre ellos. En al jardín, ellos no pudieron permanecer despiertos y en oración ni siquiera unos minutos. Después, tuvieron la suficiente disciplina como para orar por diez días (ver Hechos 1- 2). Observemos que la fortaleza del Espíritu Santo es algo esencial; de hecho, el Espíritu de las disciplinas es el Espíritu Santo. Pero ese sólo es el punto de partida. Hay muchos seguidores llenos del Espíritu que son indisciplinados, incapaces, inútiles, e ineficaces.
Tres Principios que deben gobernar nuestra práctica de las Disciplinas Espirituales
Primer principio: La práctica lleva a la piedad
Al momento del nacimiento espiritual, el Espíritu de Dios viene a morar en nosotros y aporta la fuente de motivación. Él “siembra” en nosotros el deseo de ser como Jesús. Ya sea que nos guste o no, o que lo admitamos o no, él pone en nosotros un hambre perpetua de santidad. Estoy de acuerdo en la forma en que el apóstol Pablo lo puso en términos más directos cuando dijo: “Ejercítate para la piedad” (1 Timoteo 4:7). Suena a trabajo, ¿no? ¿Cómo podemos practicar más de quince disciplinas al mismo tiempo? La respuesta es: Ni podemos ni debemos hacerlo. se compara las disciplinas con un juego de herramientas de jardín, se ve la tierra como el alma humana, la lluvia y la luz del sol, como las disciplinas básicas, tales como la oración y la interacción con las Escrituras. Así como el jardinero guarda otras herramientas en su cobertizo para utilizarlas cuando las necesite para cultivar, sembrar, plantar y hacer otras tareas, el discípulo se vale del ayuno, el retiro, la alabanza, el estudio y otras disciplinas cuando las necesita.
En otras palabras, no necesitamos sentirnos intimidados por el número de disciplinas disponibles así como no nos sentimos amenazados por los cientos de canales de televisión que tenemos disponibles en la punta de nuestros dedos. La palabra practicar o entrenar viene del griego gumnazo, de donde se deriva la palabra gimnasio. Esta palabra indica sudor y nos recuerda músculos adoloridos.
Segundo principio: La práctica crea la capacidad
Una de las razones más importantes por las que practicamos es para hacer todas las veces las cosas de la misma manera, para que la habilidad y el conocimiento se conviertan en una segunda naturaleza.
“ Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios, y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal” (Hebreos 5:11-14).
En esencia, el escritor de hebreos dijo a sus espiritualmente inmaduros lectores: “Tienen algunos hábitos muy malos”. En vez de servir como avanzada del reino de Dios, se habían estancado y perdido su pasión. A esas alturas, su formación espiritual era en realidad una malformación de pasividad y un impedimento para no hacerse discípulos ellos mismos. Recuerde, la reproducción es una clara expectativa del discipulado. Algunos se sienten incómodos cuando se les recuerda que están practicando un cristianismo que jamás se describe como apropiado en las Escrituras. Hablar de ello se considera descortés o impropio. Sin embargo, creo que es vital. Puesto que es algo recurrente en la Escritura, también estoy seguro de que es bíblico hablar de ello. “La comida sólida es para los maduros, quienes por el constante uso se han capacitado a sí mismos”. La madurez es el resultado del uso constante.
Tercer principio: La perseverancia hace realidad la transformación
La mayoría estamos conscientes de que si practicamos algo por suficiente tiempo, crearemos un nuevo hábito. ¿Ha notado que mucha gente dotada no vive a su máximo potencial? Es porque no practica. No mantiene el alto nivel de su esfuerzo por el tiempo suficiente como para que su don se convierta en una fuerza poderosa. El poder de un nuevo hábito consiste en tomar una tarea incómoda y difícil y hacerla fácil y natural. Por ejemplo, cuando memorizamos la Escritura, podemos recordar un versículo y decidir no pecar cuando enfrentamos una difícil batalla. No tenemos que pensar acerca de ello; simplemente nos sale en forma natural en el momento indicado. Esto significa que la disciplina nos ha ayudado a servir mejor a Dios. No te rindas. Podemos cambiar sólo cuando nos apegamos a la disciplina espiritual. El apóstol Pablo escribió: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos” (Gálatas 6:9).
Practicar no es tratar. Cuando nos referimos a la transformación espiritual, es evidente que la práctica es de suma importancia.
Reflexionemos
La clave para la transformación interior es hacer que las disciplinas espirituales se conviertan en hábitos. Para estar ejercitados debemos practicar. Los hábitos cambian místicamente la composición de nuestras almas. La oración, el retiro y el ayuno pueden romper cadenas de lujuria o perversión sexual. La disciplina de alabar puede librarnos de la preocupación constante por nuestros asuntos. El mantener un hábito diario de oración puede reemplazar la depresión y la amargura y convertirlas en gozo y perdón. La práctica de las disciplinas involucra la sumisión del cuerpo, la voluntad y los apetitos de la vida al señorío de Cristo. Las disciplinas espirituales no tratan de dar información, sino de formar nuestro espíritu así como las actitudes y hechos que resultan de ejercitar esas disciplinas.
Las practicamos hasta que se convierten en una segunda naturaleza y disfrutamos más de la presencia de Dios que del televisor o de una tarde con los amigos. Ellas son una extensión de las prácticas que Jesús y sus primeros seguidores realizaban. Dios hace algo místico con ellas; él nos capacita para llevar a cabo lo que nosotros no podríamos hacer mediante un esfuerzo directo.
Oremos juntos
Señor te agradezco por haberme llamado a tus labores, te pido que me ayudes a ser disciplinado y que en mi vida pueda desarrollar hábitos santos, te lo pido en el nombre de Jesús. Amén.