Tema 4: La Aptitud del Líder

Tema 4: La Aptitud del Líder (las disciplinas espirituales)

Tiempo de lectura: 9 minutos

«Luego volvió a los discípulos y los encontró dormidos. Le dijo a Pedro: « ¿No pudieron velar conmigo ni siquiera una hora? Velen y oren para que no cedan ante la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil»».

S. Mateo 26:40-41

Objetivo del Tema

Que el discípulo pueda adoptar las prácticas de las disciplinas espirituales para que pueda tener un óptimo desarrollo espiritual y así ser competente para el ejercicio del ministerio.


Se entiende por aptitud a la capacidad para operar competentemente en una determinada actividad, también como capacidad y disposición para el buen desempeño o ejercicio de un negocio, de una industria, de un arte. Suficiencia idónea para ejercer un cargo.

Disciplinas Espirituales

Las Disciplinas espirituales son todos aquellos medios que nos permiten acercarnos a Dios de una manera práctica y que a través de ellos podemos experimentar su presencia en nuestra vida, como por ejemplo la oración, el ayuno, el retiro, la meditación entre otros, trayendo como consecuencia una vida espiritual óptima y en crecimiento, capaz de ayudar y servir en el ministerio.

Dios nos dio las disciplinas para la vida espiritual como un medio para recibir su gracia.

Las disciplinas nos permiten colocarnos ante Dios de tal modo que él pueda transformarnos. El apóstol Pablo dijo: «Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna» (Gálatas 6:8). El granjero no tiene la capacidad para producir granos; lo único que puede hacer es proveer las correctas condiciones para que se produzca el grano.

El coloca la semilla en el terreno, donde las fuerzas naturales se encargan de ella y el grano se produce. Así son las disciplinas espirituales: Son la manera de sembrar para el espíritu. Las disciplinas constituyen el método de Dios para colocarnos en tierra; ellas nos colocan en el sitio en que él puede obrar dentro de nosotros y transformarnos.

Clasificación de las Disciplinas Espirituales

Existen diferentes tipos y formas de clasificar las disciplinas espirituales, para nuestro estudio las clasificaremos en:

I. Disciplinas Internas

a.         Oración: La oración es la avenida principal que Dios usa para cambiarnos, si no estamos dispuestos a cambiar, abandonaremos la oración como característica notable de nuestra vida. La oración es algo que se aprende, Jesús nos enseñó a acudir como niños al Padre, con franqueza, honestidad y confianza, Jesús nos enseñó a orar por el pan de cada día, el niño pide pan para el desayuno con la absoluta confianza de que se le proveerá. Jn 15:7 “pedid todo lo que queréis y os será hecho”

b.         Meditación: La meditación cristiana consiste en desocupar la mente de los asuntos carnales y materiales para llenarlos con la palabra de Dios. Sal.119:78 “pero yo meditare en tus mandamientos”.

c.         El Estudio: el estudio es una clase de experiencia en la cual, a través de la cuidadosa observación de estructuras objetivas, hacemos que nuestro proceso de pensamiento se mueva en determinada manera. En el estudio hay dos clases de “libros” que se han de estudiar; los escritos y los no escritos, el primer libro y el más importante a estudiar es la Biblia, también están los clásicos de literatura cristiana entre muchos otros, también estudiamos los libros no escritos que son la realidad de las cosas, los eventos y las acciones de la naturaleza, de las relaciones de los seres humanos, las instituciones y culturas.

d.         El Ayuno: el ayuno se refiere a abstenerse de alimentos con propósitos espirituales, hay ayunos parciales y totales.

II. Disciplinas Externas

a.         Sencillez: la sencillez es una realidad interna que da como resultado un estilo de vida externo libre de ostentación. Compre cosas por la utilidad y no por el nivel social que va a manifestar, aprenda a discernir entre necesidad y adicción.

b.         El Retiro: el retiro consiste en apartarnos de la gente  para estar a solas con el Señor, el propósito es poder “oír” al señor.

c.         La Sumisión: es un tema ético que encontramos por todo el nuevo testamento, es una posición obligatoria para todos los cristianos, hombres, mujeres, hijos, amos, esclavos, recibimos el mandato a vivir sujetos. Estamos sujetos a Dios, a la Biblia, a las autoridades, a la familia, a la iglesia entre otros.

d.         El Servicio: el servir es un estilo de vida, tenemos una vida de servicio, nuestro trabajo nunca acaba. Estamos llamados a servir a Dios, a nuestro prójimo.

III. Disciplinas Colectivas

a.         Confesión: es una disciplina colectiva porque aunque es algo individual, debe ser incluida la persona ofendida. Santg.5:16 dice “confesaos vuestras ofensas unos a otros y orad unos por otros”

b.         Alabanza: la alabanza es cuando conocemos, sentimos y experimentamos al Cristo resucitado en medio de la congregación de los santos. Todo lo que hacemos en nuestros servicios de celebración es alabanza, la ofrenda, los cantos, la oración, el estudio de la palabra.

c.         La Consejería: practicar la consejería es estar dispuesto a la guianza de Dios en nuestras vidas, siempre que tenemos que tomar decisiones trascendentes en nuestra vida es necesario buscar la guianza de Dios a través de la consejería.

¿Por qué practicar las Disciplinas Espirituales?

La práctica de las disciplinas  espirituales  desarrolla  los  hábitos  del  corazón  que  hacen  al  discípulo más apto para responder al llamado de Dios. Cuando Jesús pidió a Pedro, Jacobo y Juan que lo esperaran y oraran mientras él iba a rogar a su Padre por la tribulación que  estaba  a  punto  de  enfrentar,  tres  veces  al  volver  encontró  durmiendo  a  los discípulos.  Jesús  les  dijo  estas  penetrantes  palabras:  “El  espíritu  a  la  verdad  está dispuesto,  pero  la  carne  es  débil”  (Mateo  26:41).  Ese  episodio  responde  al  por qué  necesitamos  practicar  las  disciplinas  espirituales.  Jesús  dijo  a  los  discípulos que realizando ciertas prácticas, en este caso, permanecer despiertos y en oración, alcanzarían una calidad de fuerza espiritual que de otra manera sería imposible.

En otras palabras, las disciplinas espirituales acentúan nuestra fortaleza y pueden dominar nuestras debilidades. Piense en el contraste  evidente  que  se  realizó  en  los  primeros  discípulos después de que el poder del Espíritu Santo vino sobre ellos. En al jardín, ellos no pudieron permanecer despiertos y en oración ni siquiera unos minutos. Después, tuvieron  la  suficiente  disciplina  como  para  orar  por  diez  días  (ver  Hechos  1- 2).  Observemos  que  la  fortaleza  del  Espíritu  Santo  es  algo  esencial;  de  hecho, el  Espíritu  de  las  disciplinas  es  el  Espíritu  Santo. Pero  ese  sólo  es  el  punto  de partida.  Hay  muchos  seguidores  llenos  del  Espíritu  que  son  indisciplinados, incapaces, inútiles, e ineficaces.

Tres Principios que deben gobernar nuestra práctica de las Disciplinas Espirituales

Primer principio: La práctica lleva a la piedad

Al  momento  del  nacimiento  espiritual,  el  Espíritu  de  Dios  viene  a  morar    en nosotros y aporta la fuente de motivación. Él “siembra” en nosotros el deseo de ser como Jesús. Ya sea que nos guste o no, o que lo admitamos o no, él pone en nosotros un hambre perpetua de santidad. Estoy de acuerdo en la forma en que el apóstol Pablo lo puso en términos más directos cuando dijo: “Ejercítate para la piedad” (1 Timoteo 4:7). Suena  a  trabajo,  ¿no?  ¿Cómo  podemos  practicar  más  de  quince  disciplinas al  mismo  tiempo?  La  respuesta  es: Ni  podemos  ni  debemos  hacerlo. se compara las disciplinas con un juego de herramientas de jardín, se ve la tierra como el alma humana, la lluvia y la luz del sol, como las disciplinas básicas, tales  como  la  oración  y  la  interacción  con  las  Escrituras.  Así  como  el  jardinero guarda otras herramientas en su cobertizo para utilizarlas cuando las necesite para cultivar,  sembrar,  plantar  y  hacer  otras  tareas,  el  discípulo  se  vale  del  ayuno,  el retiro, la alabanza, el estudio y otras disciplinas cuando las necesita.

En  otras  palabras,  no  necesitamos  sentirnos intimidados por el número de disciplinas disponibles así como no nos sentimos amenazados por los cientos de canales de televisión que tenemos disponibles en la punta de nuestros dedos. La palabra practicar o entrenar viene del griego gumnazo, de donde se deriva la palabra gimnasio. Esta palabra indica sudor y nos recuerda músculos adoloridos.

Segundo principio: La práctica crea la capacidad

 Una de las razones más importantes por las que practicamos es  para  hacer  todas  las  veces  las  cosas  de  la  misma  manera, para que la habilidad y el conocimiento se conviertan en una segunda naturaleza.

“ Porque  debiendo ser  ya  maestros,  después  de  tanto  tiempo,  tenéis  necesidad  de que  se  os  vuelva  a  enseñar  cuáles  son  los  primeros  rudimentos de  las  palabras  de  Dios,  y  habéis  llegado  a  ser  tales  que  tenéis necesidad  de  leche,  y  no  de  alimento  sólido. Y  todo  aquel  que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es  niño;  pero  el  alimento  sólido  es  para  los  que  han  alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal” (Hebreos 5:11-14).

 En esencia, el escritor de hebreos dijo a sus espiritualmente inmaduros lectores: “Tienen algunos hábitos muy malos”. En vez de servir como avanzada del reino de Dios, se habían estancado y  perdido  su  pasión.  A  esas  alturas,  su  formación  espiritual  era  en  realidad  una malformación  de  pasividad  y  un  impedimento  para  no  hacerse  discípulos  ellos mismos. Recuerde, la reproducción es una clara expectativa del discipulado. Algunos se sienten incómodos cuando se les recuerda que están practicando un cristianismo que jamás se describe como apropiado en las Escrituras. Hablar de ello se considera descortés o impropio. Sin embargo, creo que es vital. Puesto que es algo recurrente en la Escritura, también estoy seguro de que es bíblico hablar de ello. “La  comida  sólida  es  para  los  maduros,  quienes  por  el  constante  uso  se  han capacitado  a  sí  mismos”.    La  madurez  es  el  resultado  del  uso  constante. 

Tercer principio: La perseverancia hace realidad la transformación

La mayoría estamos conscientes de que si practicamos algo por suficiente tiempo, crearemos  un  nuevo  hábito.  ¿Ha  notado  que  mucha  gente  dotada  no  vive  a su  máximo  potencial?  Es  porque  no  practica.  No  mantiene  el  alto  nivel  de  su esfuerzo por el tiempo suficiente como para que su don se convierta en una fuerza poderosa. El poder de un nuevo hábito consiste en tomar una tarea incómoda y difícil y hacerla fácil y natural. Por ejemplo,  cuando  memorizamos  la  Escritura,  podemos  recordar  un  versículo  y decidir no pecar cuando enfrentamos una difícil batalla.  No tenemos que pensar acerca de ello; simplemente nos sale en forma natural en el momento indicado. Esto significa que la disciplina nos ha ayudado a servir mejor a Dios. No  te  rindas.  Podemos  cambiar  sólo  cuando  nos  apegamos  a  la  disciplina espiritual.  El  apóstol  Pablo  escribió:  “No  nos  cansemos,  pues,  de  hacer  bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos” (Gálatas 6:9).

Practicar no es tratar. Cuando nos referimos a la transformación espiritual, es evidente que la práctica es de suma importancia.

 Reflexionemos

La  clave  para  la  transformación  interior  es  hacer  que  las  disciplinas  espirituales se  conviertan  en  hábitos.  Para  estar  ejercitados  debemos  practicar.  Los  hábitos cambian  místicamente  la  composición  de  nuestras  almas.  La  oración,  el retiro y el ayuno pueden romper cadenas de lujuria o perversión sexual. La disciplina de alabar puede librarnos de la preocupación constante por nuestros asuntos. El mantener un hábito diario de oración puede reemplazar la depresión y  la  amargura  y  convertirlas  en  gozo  y  perdón.  La  práctica  de  las  disciplinas involucra la sumisión del cuerpo, la voluntad y los apetitos de la vida al señorío de Cristo. Las  disciplinas  espirituales  no  tratan  de  dar  información,  sino  de  formar nuestro  espíritu  así  como  las  actitudes  y  hechos  que  resultan  de  ejercitar  esas disciplinas.

Las practicamos hasta que se convierten en una segunda naturaleza y disfrutamos más de la presencia de Dios que del televisor o de una tarde con los amigos. Ellas  son  una  extensión  de  las  prácticas  que  Jesús  y  sus  primeros seguidores realizaban. Dios hace algo místico con ellas; él nos capacita para llevar a cabo lo que nosotros no podríamos hacer mediante un esfuerzo directo.

Oremos juntos

Señor te agradezco por haberme llamado a tus labores, te pido que me ayudes a ser disciplinado y que en mi vida pueda desarrollar hábitos santos, te lo pido en el nombre de Jesús. Amén.

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